¿De qué le sirve al hombre ganar al mundo entero si se pierde a sí mismo?
Mt 16, 26

armas • arms • armes • armas • armi • waffen




oración • prayer • prière • preghiera • gebet

Para el ermitaño la oración es vida. Toda acción, por insignificante que parezca, debe tender a la oración, puesto que constituye en él, un trabajo vocacional. La oración ocupa un lugar privilegiado en la vida eremítica, y comprende no sólo la oración litúrgica; sino sobre todo, la oración personal, pues sin auténtica oración la vida eremítica no se sostiene. Se dice que el ermitaño platica día y noche con Dios, y trata de no ocupar su imaginación más que en cosas de Dios y de no poseer nada sobre la tierra. Es precisamente esta plática amorosa en silencio con Dios que llamamos oración. La oración personal se funde con la Lectio divina, complementa y alimenta la oración litúrgica, el trabajo y la relación que el ermitaño lleva con toda la creación. La Eucaristía ocupa un lugar preponderante en su jornada, ya que es ahí donde haya el sentido pleno de su existencia.


lectura • reading • lecture • lettura • lektüre

Desde los primeros tiempos, en la vida monástica, existe una marcada tendencia a privilegiar la mayor parte de la jornada a la meditación de las Sagradas Escrituras (Lectio divina), pues es precisamente de ella de donde el monje extrae su alimento principal. Este encuentro con la Palabra, lleva al ermitaño al reconocimiento de su indigencia, y al abandono de su vida en Dios. Es ahí donde el monje le escucha. Es con esta práctica como puede alcanzar a comprender cuál es la voluntad de Dios y por la que puede alcanzar el don de la Contemplación, ya que esta Palabra le acompaña cada día y le hace madurar en la fe, para que su esperanza le aliente a hacer de sí mismo, amor. A ejemplo de María, el ermitaño, cuanto escucha en su encuentro cotidiano, con la Palabra, lo guarda en su corazón, con el único fin de participar de este misterio divino, al que se asocia por vocación.


trabajo • work • travail • lavoro • arbeit

El trabajo es un elemento necesario en su propia formación personal y un elocuente y evidente signo de alabanza a Dios y signo de solidaridad con sus hermanos del mundo. Por tradición, los ermitaños acostumbran a sembrar aquello que han de comer, pero además pueden dedicarse a la publicación de artículos y libros sobre espiritualidad, lo que les permite obtener recursos para poder subsistir; pueden también trabajar en la elaboración de artesanía religiosa o bien ofrecer un espacio dentro del eremitorio, para que alguna persona pueda realizar un retiro personal; sin desdeñar la caridad de la Iglesia, manifestación siempre atenta y clara de la Divina Providencia.Todo tipo de trabajo que realice el ermitaño, tiene la característica de ser contemplativo, pues este tipo de trabajo, no quita jamás la paz del corazón. Pero ante todo, el ermitaño pone su confianza absoluta en su Padre, fuente de toda subsistencia y comparte con los más pobres y necesitados, cuanto tiene, así como el fruto de su trabajo.


clausura • confinement • clôture • chiusura • klausur•

Claustrum es paralelo a clausura y designa no sólo el ámbito donde se desarrolla la vida del monje (inaccesible a los seglares), sino el juego de construcciones, donde la abundancia de luz y silencio conforman el ambiente más apto para que el corazón se ensanche y recoja en Dios, para una lectura sosegada de la Palabra de Dios (Lectio divina), y para el ocio sagrado (vida contemplativa). Es la manifestación más expresiva de lo que puede pedirse a quienes se dedican a una vida entregada exclusivamente a Dios: la separación estricta del mundo. Lo que suscita una especie de encarcelamiento voluntario, pues la vida monástica resulta austera y la penitencia es el precio de la libertad espiritual; teniendo siempre en cuenta, que el fin último de toda observancia monástica, es el Amor.


silencio • silence • silence • silenzio • stillschweigen

La vida del ermitaño se desarrolla particularmente en un clima de silencio interior y exterior que favorece su vida de oración y de comunicación personal con Dios. El silencio le permite agudizar el oído de su corazón y escuchar lo que a cada instante le dice el mismo Dios, sea a través de Su Palabra, o bien a través de la misma naturaleza, obra de sus manos. No se trata de un silencio impuesto por pura observancia, sino de una auténtica necesidad del monje para enriquecer su vida interior. Este tiempo de silencio potencializa su encuentro con aquellos que van al eremitorio buscando la presencia de Dios. Es un silencio que lo hace unirse más y mejor con todos sus hermanos que como él, luchan a diario en el mundo que les rodea.


soledad • solitude • solitude • solitudine • einsamkeit

La característica principal, quizá sea la vida de soledad y de “estricta separación del mundo”; cualidad que no sólo expresa y afirma su misión apostólica oculta, sino y sobre todo, su total consagración a Dios. Este apartamiento se convertiría en una observancia farisaica si no fuera un signo de aquella pureza de corazón, a la que únicamente se promete la visión de Dios, el don de la Contemplación. Don que se alcanza sólo con una gran abnegación, sobre todo de la natural curiosidad que el hombre siente por todo lo humano. Una de las formas de la pobreza del ermitaño es esta soledad, a la que es llamado por vocación divina. Vive en soledad, apartado del mundo, no por huir del mundo. Es un solitario solidario. Vive encerrado, pero no cerrado. Soledad que deja de lado toda esterilidad aparente, haciéndole fecundo engendrador de hijos en el espíritu. Los primeros Padres del desierto, jamás llamaron a la gente de su tiempo, para predicarles o darles consejo; sin embargo, en razón del espíritu de prudencia y discreción que poseían, y dotados de sabiduría que viene de lo alto, fueron siempre buscados por muchas personas de todos los estratos sociales, y de diversas regiones y de muy distintos cargos en la Iglesia y en la sociedad, para pedirles consejos o palabras que pudieran confortar sus almas. De ahí que, anteponiendo la caridad, a las múltiples observancias monásticas, los monjes, y en particular los ermitaños, hayan ejercido desde antiguo, la Dirección y Paternidad espiritual.


penitencia • penance • pénitence • penitenza • buße

El ermitaño, consagrado más íntimamente al Señor por su Profesión Monástica, está comprometido, consciente y voluntariamente, a seguir a Cristo más de cerca y a participar de su cruz y de su inmolación. Sin embargo, el monje procede con prudencia y discreción; tomando en cuenta, la sabiduría de nuestra tradición, vigila por llevar una ascesis especial, acomodada no sólo a su humana naturaleza sino sobre todo al fin de su vocación. Ascesis que en todo, está ordenada a la búsqueda de Dios.
   Estos elementos son: ausencia de confort y distracciones que debilitan la voluntad y disipan el espíritu, práctica de la pobreza en las cosas de uso personal, interrupción del sueño a mitad de la noche, trabajo, soledad y silencio, ayuno, frugalidad en la alimentación, abnegación de sí en aras de la obediencia, y en general todo aquello que fomente el placer y el “bienestar”.

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caridad • charity • charité • carità • Nächstenliebe

El ermitaño tiene por regla principal, la práctica de la caridad; de ahí que su apostolado se manifieste a través de la oración. Pese a ello, la tradición monástica ha mantenido desde sus orígenes, la venerable costumbre de recibir a los huéspedes "como al mismo Cristo". Sin dejar de lado el laudable aporte de la misma vida solitaria, el ermitaño comparte momentos o días en el eremitorio, con algún huésped, sea que venga para la dirección espiritual o para dejarse interpelar por el Señor en la profundidad del silencio. El eremitorio cuenta con una celda a la entrada del eremitorio, donde el huésped puede orar en paz; respetando a su vez, la soledad del hermano que le recibe.